
(DIARIO DE VIAJE) Muchos argentinos, y marplatenses, en Rio seguramente entenderán a que me refiero con este título. Ah, vimos a Michael Phelps hacer magia.
Antes que nada me retracto de una parte de todas las flores que le tiré al transporte público de Rio, puntualmente al BRT y Metro. A la ida, más allá de la gran cantidad de público y las complicaciones (normales) que puede generar semejante aglomeración de gente, todo funcionó bien.
Pero los problemas llegaron a la noche porque como en casi todo el mundo la línea 4 de Metro cierra a la 1 AM. Lógico. Pero por las dos semanas que duran los Juegos podrían haber hecho una excepción ya que primero es la única que une al Parque Olímpico con el resto de la red, y segundo que hay eventos que terminan bien tarde. Tal es el caso del básquet y los 3 primeros partidos de Argentina que comienzan a las 22.30.
Las distancias son grandes. Aún saliendo del Parque a las corridas y agarrar el primer BRT de la Estación Centro Olímpico, es difícil llegar para conectarlo con la línea 4 antes de la 1 de la mañana. Sin embargo, el BRT estuvo paliando esa situación extendiendo su servicio hacia el resto de la ciudad.
Terminado el juego y ya pasando por la Zona Mixta para realizar la nota que leyeron ayer con Patricio Garino, tomamos el BRT que tenía un conductor que no sabía por dónde ir y era guiado por algunos Voluntarios…increíble. Resúmen: llegamos a Botafogo a las 3.30 AM. Si, 3 horas de viaje de parado en un Bus que llevó a muchos marplatenses que fueron bajándose en el camino.
Hoy tuvimos la chance de vivir algo mágico, como solo los Juegos Olímpicos te pueden brindar. El estadounidense Michael Phelps se comió a todos crudos en su Serie clasificatoria de 200 metros medley en busca de su 4ta medalla en Rio de Janeiro. Fue en el muy lindo Estadio acuático de Barra de Tijuca. Tachame de la lista otro deportista de elite que dejó recuerdos en esta retina.
Lo último, el himno argentino. La versión que se escucha en estos Juegos es prácticamente imposible de cantar. No solo es una versión acotada con algunos tramos del mismo salteados, sino que está en un ritmo muy acelerado y difícil de seguir. El tarareo ya habitual de la introducción le dura unos segundos a la gente hasta que se pierde y vuelve a dilucidar en que parte del Himno estamos. El final, por suerte, lo comprenden todos. Y la piel de gallina.
¡Oh juremos con Gloria morir! Y esta Selección de básquet se come la cancha…